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6 months agoon
Por: Lcdo. Luis R. Dávila Colón
Desde tiempo inmemorial, en la guerra, como en la política, como en el amor serrano, cuando un adversario siente que está vencido por su opositor y que no queda duda de su derrota, recurre a la táctica desesperada de destruir absolutamente todo lo que pueda servirle de utilidad al enemigo para impedir su avance y su conquista del territorio. En la antigüedad los campesinos y los ejércitos en estampida quemaban los cultivos en los campos para negarle al invasor los frutos de las cosechas.
En los colegios militares se enseña esta táctica de retirada que envía un mensaje sicológico al odiado adversario para destruir su voluntad y obstruir su paso final a la victoria. Así por ejemplo, el General William T. Sherman en la Guerra Civil quemó los campos algodoneros del sur. Durante Las Cruzadas, los moros quemaban sus atalayas. En Argentina, el General Manuel Belgrano ordenó el “éxodo jujeño” frente a las tropas del Rey en el alto Perú. En la Segunda Guerra Mundial, Hitler pretendía quemar París. Y el Ejército Rojo paró a los nazis en las planicies de Ucrania quemando el grano y el petróleo.
En la política, la táctica de tierra arrasada equivale a imponer la máxima del perro del hortelano, que ni come, ni deja comer. Ello supone la ruptura de toda comunicación, solidaridad y respeto por el adversario y la quema de todo puente de reconciliación, cooperación o colaboración luego de la guerra.
Todo esto viene a cuento porque en las tácticas y las maniobras primaristas de la Gobernadora Wanda Vázquez se detecta un alto grado de rencor, de revanchismo y de resentimiento, que sugiere que la moradora de Fortaleza no le cederá la plaza al moro y antes de entregársela a su compañero de partido optará por quemarla si fuese necesario. De mi maíz ni un grano y conmigo no cuenten, parece decir la Primera Ejecutiva. Todo sea por el chupito del mezquino poder chiquito.
Lo que hemos visto en los últimos días, es precisamente el despliegue de una estrategia que se proyecta como desesperada y en la que el Wandismo pretende destruir la viabilidad de su rival Pedro Pierluisi mediante la intimidación, la amenaza, el engaño y recurriendo a un libro de trucos tan inverosímil como inagotable. El accidentado cierre de campaña primarista no ha sido muy prometedor que digamos para la Gobernadora. En los primeros cinco días del mes los eventos le han pasado factura por sus desvanes.
El anticipo del voto primarista parece indicar que se cuece una arrolladora ola de limpieza en las huestes del PNP. Si la muestra de colegios del voto de las personas mayores de edad es representativa de las intenciones del electorado estadista, el próximo domingo Wanda Vázquez pudiera enfrentar una repulsa abrumadora y contundente de parte de su propio electorado. La conducta errática y vengativa de la Primera Ejecutiva, sugiere que de perder ésta recurrirá a la táctica de tierra arrasada.
Si algo aprendió el PNP de los procesos de primarias divisorias en los años 2008 y 2016, es que la única forma de tener opción al triunfo en las elecciones generales es el cierre incondicional de filas. Fortuño tuvo éxito frente a Acevedo Vilá porque los Rossellistas lo endosaron y lo impulsaron a la victoria en el 2008. Ricardo Rosselló pudo ganar la gobernación en el 2016 únicamente porque Pedro Pierluisi lo apoyó e hizo campaña con él olvidando los resquemores y las heridas causadas por lo que fue hasta entonces la campaña fratricida más agria en la historia del PNP.
Por más votos que pueda lograr Pedro Pierluisi, de sostenerse la dirección de los vientos del voto adelantado, todavía Wanda Vázquez va a retener de una tercera parte a una cuarta parte de los votos de esa colectividad. Ese será el grano que pudiera ser quemado antes de entregárselo a su rival. Quién sabe, puede que en la táctica de tierra arrasada, Wanda Vázquez y no el Partido Popular, se convierta en la más acérrima enemiga de un electorado estadista que nunca la acogió en su seno.